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»En Jerusalén pasaron cosas terribles que nadie en este mundo había sufrido. Ya Moisés lo había anunciado en el libro de la Ley: nosotros llegaríamos al extremo de comernos a nuestros propios hijos e hijas. Por eso Dios nos hizo esclavos de las naciones vecinas y convirtió nuestro territorio en un desierto. También hizo que la gente de esas naciones se burlara de nosotros.

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